Al permitir que mandatos consumistas se perciban como normativa inocua se afina la complicidad y se concatenan imposturas en las identidades. Al fin y al cabo las grandes marcas llevan conversando agr...
Al permitir que mandatos consumistas se perciban como normativa inocua se afina la complicidad y se concatenan imposturas en las identidades. Al fin y al cabo las grandes marcas llevan conversando agr...
El otro día pasaban por televisión uno de los múltiples comerciales dirigido a edades entre 7 y 14, es decir a personas que recién se forman en niveles de desarrollo y de visiones sobre el mundo. El contenido sugestivo y harto banal me molestó. Todas las etapas merecen respeto, pero un particular esmero se requiere cuando se trata con menores. ¿Quiénes son los que hablan a través de la caja tonta con los que no tienen criterio propio formado? Son entes psicópatas. Se puede pensar que soy radical por rememorar que las corporaciones de la industria publicitaria (amparadas por el estatus de personas jurídicas, con los mismos derechos que los humanos, y cuyo perfil ha sido descrito por teóricos como inestable y mentiroso) envenenan la infancia y la adolescencia con falsas expectativas. Los cambios, le recuerdo también, requieren radicalización.
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