Ayer le conté cómo el latín vulgar se fragmentó en las lenguas romances. Hoy, seguimos el relato. Cuando se desmembró el imperio, el latín se siguió hablando y, como dice Menéndez, todavía hoy se habla, pero muy trasformado en francés, italiano, portugués, catalán, etc. Cada variedad del latín tuvo soluciones distintas, y una de esos fue el español producto del latín vulgar que se hablaba en nada menos que el territorio norcentral español, específicamente en Castilla la vieja. El latín vulgar hablado en Castilla se disparó y comenzó a desarrollar características fonéticas que lo distanciaron de otras regiones. Acuérdese que el norte de España estaba dividido en reinos: Aragón, León, Navarra y “la vieja” Castilla, la más brava y agresiva de todas. ¡Era la changa! Tanto es así que se tragó dos dialectos: el leonés y el navarro-aragonés. Encima, nos dice Menéndez que el castellano de “la vieja” sirvió de “instrumento a una literatura más importante que la de las otras regiones de España”. En fin, que el fondo primitivo del español es el latín vulgar, propagado en España desde finales del siglo 3 antes de Cristo. Y ahora es que la cosa se pone buena... ¿Cómo sabemos del latín vulgar si “nunca se escribió deliberadamente”? ¿Cómo sabemos hoy cómo hablaba la gente de la época? ¿Cómo podemos trazar la evolución de apiculam hasta abeja paso por paso? ¡Ja! ¡Le cuento mañana!
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¿CASTILLA LA VIEJA? ¡NO, LA BRAVA!
Aida Vergne dice que el fondo primitivo del español es el latín vulgar.