Algunas despedidas se hacen abiertas, celebradas. Otras íntimas, silenciosas. Otras inexpresadas; otras en la piel del abrazo que no quiere ceder o en la sinuosidad de un beso que se niega a terminar
Algunas despedidas se hacen abiertas, celebradas. Otras íntimas, silenciosas. Otras inexpresadas; otras en la piel del abrazo que no quiere ceder o en la sinuosidad de un beso que se niega a terminar
¿De qué material sublime se construyen las despedidas? Por fuerza, uniendo olvidos como retazos que se cosen a la memoria lenta, forrando los días a su manera para que uno se acostumbre a una vida más o menos manejable. Agarrando el mango de la maleta, apretarlo como si en ello se jugara la vida -y se juega-, acercarse la prole a la cadera, o la pareja, o la soledad, y aceptar continuar el camino incierto de la partida.
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