Mire qué interesante. Dice Álvarez que “el arahuaco que se resembró en las islas del mar Caribe tenía dos géneros: “el varonil o masculino y el no varonil o femenino”. ¿Cómo se distribuía el género en los nombres? Pues, en el arahuaco insular se consideraban masculinos todos los animales machos (incluyendo al hombre), los insectos que volaban (excepto aves), y las plantas silvestres. También del género masculino era el sol y la luna (las estrellas no). La gran mayoría de las partes del cuerpo eran masculinas (excepto el corazón, hígado, vientre, lengua...). Femenino eran, nos dice Álvarez, todos los animales femeninos, incluyendo a la mujer. Igual los nombres que designaban las distintas clases de recipientes y “espacios huecos en general donde pueden contenerse otras cosas –bateas, cestos, casas, medios de transportación como la canoa, etc.–”. También, oiga bien, los objetos cortantes, la ropa, las criaturas que se arrastran y las plantas de uso doméstico, excepto el maíz indio o auási. Las voces relativas al mar y a los ríos eran femeninas. El género se expresaba con las terminaciones vocálicas /i/ para el masculino y /u/ para el femenino. De esta forma tenemos varón o macho = wadili; eiéri = hombre; hiáru = mujer, hembra; nati = hermano nitu = hermana; agani = enemigo; ariabu = noche; búiai = hechicero heremuru = arcoiris; maríi = cierto mosquito; dunuru = cierto pájaro; arani = medicina; mauru = algodón; hibúeri= cierto árbol, uáiumu = cierto cangrejo. Para expresar el género de otros animales se colocaba wadili, o hiaru, después del sustantivo: veyu wadili = venado macho; veyu hiaru = venada. ¡Hasta mañana!
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EL GÉNERO EN ARAHUACO
Dice Álvarez que “el arahuaco que se resembró en las islas del mar Caribe tenía dos géneros: “el varonil o masculino y el no varonil o femenino” .