El texting no arruina nada. Todo lo contrario. Para Martí y Taulé los mensajes de texto han enriquecido la comunicación escrita “con nuevos registros”, muy cercanos a la lengua oral. “Estos registros se acompañan de representaciones icónicas que completan la información textual incorporando información sobre el tono, el estado anímico y otros aspectos paralingüísticos presentes en la comunicación oral directa”. Se altera la ortografía por la inmediatez y la espontaneidad, se elimina lo innecesario (la hache, vocales, signos iniciales, sustitución de palabras por jeroglíficos como en xq = por qué… En el universo digital la ortografía pasa a un segundo plano, se ignora, desaparecen acentos, se juntan palabras, se emplean dibujos, se crean siglas de frases completas como OMG (Oh my God), LOL (laughing out loud), IMHO (In my humble opinion), TMI (too much information), WTH (what the f-ck), etc. Muchas de estas siglas, incluso, fueron incorporadas en el Oxford, desde 2011. Mientras, instituciones como la real academia, inicialmente de la opinión que todo este derroche de creatividad degrada la lengua, decidió tomar cartas en el asunto. ¿Qué hicieron? Pues se les prendió (o fundió) el bombillo y propusieron en el 2008 ¡¡¡reglamentar el texting!!! Y ya en 2012, FUNDEU BBVA anunciaba la publicación de dicho documento. Este afán de control no conoce límites, porque la lengua es poder. Y quien la controla, también tiene el control.
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¿EL PELIGROSO TEXTING?
Aida Vergne habla del texting.