La periodista Ana Teresa Toro comenta sobre cómo desde las artes se crea un diálogo impostergable y necesario sobre asuntos que, por lo regular, son tabúes arraigados por una cultura.
La periodista Ana Teresa Toro comenta sobre cómo desde las artes se crea un diálogo impostergable y necesario sobre asuntos que, por lo regular, son tabúes arraigados por una cultura.
Ser curiosa es a veces una maldición. Escuché el maldito audio del hombre de 65 años que abusó durante años de sus dos hijas, de 8 y 14 años. La mayor lo grabó cuando el hombre, el típico guapo y bocón de barrio que cacarea incesantemente, le exigía sexo; mientras ella, asqueada y mortificada, le pedía que la dejara quieta. Quizás para muchos la crudeza del audio y su exposición pública le remita más al morbo que a la información. También es válido un argumento legal, en torno al peligro de llevar a los medios las interioridades de casos que irán al tribunal por el inevitable juicio público y las repercusiones que esto pueda tener en la posibilidad de un juicio justo para el acusado. Todo ello es cierto. Sin embargo, en un país que tiene en el incesto una de sus heridas abiertas más profundas, es tiempo de hablar de las cosas de frente.
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