El escritor Edgardo Rodríguez Juliá reflexiona en torno al "estilo tardío" en las artes, y toma como ejemplo la más reciente novela del ganador del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa a sus ochenta años.
El escritor Edgardo Rodríguez Juliá reflexiona en torno al "estilo tardío" en las artes, y toma como ejemplo la más reciente novela del ganador del Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa a sus ochenta años.
El “estilo tardío” de grandes artistas y escritores ha provocado la curiosidad y reflexión de pensadores como Theodor Adorno y Edward Said. Por “estilo tardío” podríamos entender la manera en que el gran artista de las palabras o las notas, la línea, los colores o los volúmenes, asume para su oficio terminal cierta complejidad inusitada, hasta salvaje, que identificaríamos con sus años de disolución artística y acechante senectud. Se trata de un canto de cisne que sonaría, en todo caso, algo extraño y disonante al oído. Se dan como ejemplo los últimos cuartetos de Beethoven, también las últimas novelas de Henry James, la pintura de Picasso con el motivo del pintor y la modelo, la Suite Erótica 347, con sus grabados casi pornográficos. En la arquitectura escultórica a la Frank Gehry tendríamos que mencionar la Capilla de Ronchamp por Le Corbusier. El estilo tardío, en su feroz excentricidad, tiene algo de esa irresponsabilidad que identificaríamos con la demencia senil o la enfermedad terminal, esta vez la del tiempo.
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