Todos lo hemos visto alguna vez: ese alguien que, encerrado en sus propias palabras, seguro del poder de sus ideas sin que nada pueda convencerlo de lo contrario, habla y habla y habla sin parar, sin detenerse ni por un momento para ver si quien lo escucha le cree o lo entiende.
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Un instante de sensatez
Ha sido tan sordo García Padilla al lenguaje de la calle, que no ha visto siquiera lo que le conviene