La política se convirtió en una nueva forma de brujería que ha logrado dormir a sus seguidores, convirtiéndolos en militantes ciegos de sus ideales. El mecanismo de los partidos políticos encontró la poción mágica que le dan de beber cada cuatro años los ciudadanos para que aplaudan, sin cuestionar, las doctrinas vacías que estrepitan a los cuatro vientos.
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Un pueblo que duerme