Una moderna modalidad de corrupción electoral, ataque a la dignidad del elector y atraco a la democracia participativa, mediante el uso malsano de los avances tecnológicos en las comunicaciones, está en marcha cara a las elecciones generales del 8 de noviembre, y es de rigor detenerla. Voy a hacer la denuncia, pero antes, sólo en pocas líneas, quiero referirme a la historia que publica El Nuevo Día sobre otra modalidad de flagelo electoral.
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