¿A quién se le ocurrió mandarnos una cajita de reyes de la Cámara en medio de alegaciones de que la exrepresentante “Tata” Charbonier arrancó pasto, no para darle comida a los camellos, sino para enterrar dinero?, escribe Cezanne Cardona
¿A quién se le ocurrió mandarnos una cajita de reyes de la Cámara en medio de alegaciones de que la exrepresentante “Tata” Charbonier arrancó pasto, no para darle comida a los camellos, sino para enterrar dinero?, escribe Cezanne Cardona
Lo sabemos: la Navidad es una ciudadanía que compensa la ausencia de soberanía estatal y estomacal. Pero hay una diferencia abismal entre el Libro de Navidad que produjo la División de Educación a la Comunidad (Divedco), a mediados de los años cincuenta, y esa cajita escuálida para echarle pastito a los reyes que el presidente cameral Rafael “Tatito” Hernández envió por correo a los residentes de Dorado, casi rayando en la veda electoral. Para empezar, en las 36 páginas de aquel libro apenas se identifica al gobierno en la contraportada, mientras que en la cajita de Tatito (que metió doblada dentro de un sobre tamaño carta para disimular su afrenta electorera) el escudo de la Cámara de Representantes está repetido en tres de las cuatro caras de la trapo de caja. De hecho, los escudos, las letras de su nombre y su firma -que parece un lazo de vaquero- compiten en tamaño con la estrella de Belén y los reyes magos. ¿A quién se le ocurrió mandarnos una cajita de reyes de la Cámara en medio de alegaciones de que la exrepresentante María Milagros “Tata” Charbonier arrancó pasto, no para darle comida a los camellos sino para enterrar dinero?
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