La profesora Bárbara Abadía Rexach narra su vivencia de conversaciones constructivas con sus estudiantes para desaprender los sistemas de opresión tras convertir el salón en tribuna de denuncias y propuestas
La profesora Bárbara Abadía Rexach narra su vivencia de conversaciones constructivas con sus estudiantes para desaprender los sistemas de opresión tras convertir el salón en tribuna de denuncias y propuestas
Cada semestre, inicio mis cursos indicándoles a mis estudiantes que utilizo un método inductivo de enseñanza-aprendizaje. Añado que mi relación profesora-estudiantes no es vertical, sino horizontal y que yo también aprendo en el proceso. Al principio, no comprenden de qué se trata. Por supuesto, extrañan los sistemas tradicionales en los que salen con las libretas llenas de apuntes. Aunque, hoy día, la libreta ha sido sustituida por un teléfono celular repleto de las fotos que les hacen a las presentaciones en Power Point. Como en la institución universitaria en la que trabajo no hay garantía de un proyector funcional, no dependo de la tecnología para dictar clases, y les pido que guarden sus celulares. Por 160 minutos a la semana, nos dedicamos a desmenuzar las lecturas asignadas, a criticar a quienes leemos, a debatir, a cuestionar, a visualizar, a contextualizar y exponer ejemplos de situaciones concretas relacionadas con los temas que enmarcan el diálogo. La aula se convierte en una tribuna de denuncias, pero, a la vez, de propuestas.
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