Después de esa hora, ver junto a nuestras familias y a través de programación local (única opción para los que teníamos televisión) el dolor y sufrimiento de tantas personas que en nuestro país habían perdido sus viviendas y sus alimentos, especialmente ancianos y ancianas la mayoría enfermos, nos permitió la oportunidad única para que aflorara desde cada miembro de nuestros hogares un sentimiento nacional incondicional de solidaridad y una cohesión social hacia la colaboración para cambiar esa realidad.