Pocas verdades tan rotundas hay como esa de que a las palabras se las lleva el viento, frase cuyo origen algunos sitúan en la Roma del primer siglo, cuando un tal Tito Petronio Árbitro, senador por aquellos tiempos y reputado por su elegancia, se dice que dijo, en contexto no conocido, “verba volant, scripta manent”, e