Isabel, su esposa durante 57 años, al igual que todos sus hijos, nietos y biznietos, pueden dar fe que no se adueñaba de bienes materiales solo para él: lo compartía todo, poco o mucho, con ellos y se bañaba diariamente de esperanza con tal de que aumentara más su hambre de caridad, asemejándose a un ángel que volaba con cierta torpeza porque sus alas no soportaban su carnosidad en talle chico, pero a fin de cuentas no le hacía frenar su generosidad.