El muro de Berlín serpenteaba como el largo convoy de un tren de carga detenido para siempre en las vías, marcado por las cruces en memoria de quienes pretendían atravesarlo y caían asesinados a balazos en el intento, escribe Sergio Ramírez
El muro de Berlín serpenteaba como el largo convoy de un tren de carga detenido para siempre en las vías, marcado por las cruces en memoria de quienes pretendían atravesarlo y caían asesinados a balazos en el intento, escribe Sergio Ramírez
Cayó el muro hace ya treinta años, y de pronto me doy cuenta que va ya para medio siglo que viví en aquella ciudad dividida, moderna y a la vez provinciana, una ciudad de antiguos esplendores que también fue mía y que amaba desde mis lecturas de Berlín Alexanderplatz, la novela inolvidable de Alfred Döblin. Era la mitad de los años setenta del siglo pasado, cuando fui becario del programa de artistas residentes en Berlín Occidental, entre escritores, músicos, artistas plásticos y cineastas de muy distintos países.
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