La Universidad de Puerto Rico y otras instituciones educativas podrían contemplar la telepsicología para atender el asunto de las prácticas clínicas y desarrollar nuevas competencias, escribe Jorge L. Rivera Carrasquillo
La Universidad de Puerto Rico y otras instituciones educativas podrían contemplar la telepsicología para atender el asunto de las prácticas clínicas y desarrollar nuevas competencias, escribe Jorge L. Rivera Carrasquillo
Toda época posee sus enfermedades emblemáticas (Han, 2019). Ante el contexto sociohistórico que enfrentamos, en el que una pandemia atenta contra la vida humana, surgen medidas repentinas de adaptación en diversas instituciones públicas y privadas para aplacar la tasa de mortalidad, prevenir un posible caos multidimensional y continuar proveyendo servicios esenciales. Algunas de estas residen en la educación, que ha transitado hacia una normalidad de cursos en línea, y los servicios médicos, que ahora se ofrecen bajo la telemedicina. Pese a lo anterior, cabe destacar que aún permean áreas grises en ofrecimientos de gran impacto multitudinario en términos de la viabilidad de su prestación virtual—como los servicios psicológicos, verbigracia. Curiosamente, la educación y la telepsicología comparten un punto de intersección en nuestras universidades.
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