El mes pasado me dije que no más, que ya está bueno de hablar de la crisis. El primer paso tomado fue dejar de colgar cosas en mi Facebook; el segundo, parar de comentarla; y el tercero, evitar discusiones personales que girasen en torno al tema. No dejé de seguir las noticias (ese viejo y frustrante vicio), pero me dije que ya no había más que decir. Que los pasados 8 o 9 años de crisis económica por fin trajeron el tema a la discusión pública en una clave distinta a la anterior, más apta -un registro más negativo, quizás, con palabras como inequidad, impago, recesión, etcétera). Iba a escribir sobre literatura. Eso quería.
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