Edgardo Rodríguez Juliá indica que la dependencia arropa la vida material puertorriqueña: la vivienda para guarecernos, formar familia, procrear, la escuela para educar y la salud para el bien morir
Edgardo Rodríguez Juliá indica que la dependencia arropa la vida material puertorriqueña: la vivienda para guarecernos, formar familia, procrear, la escuela para educar y la salud para el bien morir
El compás de espera posiblemente dure toda una generación, veinticinco años; entonces estaremos aptos, quizás, para liquidar el colonialismo. Mi amigo puertorriqueño me corrige desde Francia, donde ha vivido por más de treinta años: “No hay caso. Eso durará indefinidamente. Puerto Rico se convertirá en un sitio de inversión turística y “playground” para inversionistas ricos, algo así como les ha ocurrido a algunas excolonias francesas en el Norte de África”. Es una profecía algo endurecida en su implacable lógica: incapaces de enfrentar el siglo XXI a causa de nuestro pésimo sistema educativo, sin los recursos ni el capital para un nuevo modelo de desarrollo, nos quedan las bellezas naturales y el turismo como salida al desempleo y la tentación de mudarnos a Kissimmee. Será como aplicar el modelo de desarrollo de Vieques a la Isla Grande: “gentrificación” por todos lados y pocos propietarios puertorriqueños a la vista. ¿No fue Pedro Rosselló quien vaticinó que nuestro mejor porvenir sería el turismo?
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