Edgardo Rodríguez Juliá comenta sobre el amor en tiempos del furor de las redes sociales y cómo por décadas famosos posan o son sorprendidos en la intimidad para mayor fascinación aduladores o repudio de detractores.
Edgardo Rodríguez Juliá comenta sobre el amor en tiempos del furor de las redes sociales y cómo por décadas famosos posan o son sorprendidos en la intimidad para mayor fascinación aduladores o repudio de detractores.
El hecho de que casi todas las llamadas “celebridades” rebasen los quince minutos de fama que Andy Warhol nos regaló a todos, cual propina, quiere decir que, en algún momento, los verdaderamente famosos ambicionarán la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Ahí tenemos a Trump. Oprah Winfrey lo está pensando. En los tiempos de Instagram y las redes sociales, Facebook y Twitter, todos hemos perdido la privacidad y los famosos quizás el pudor. El reto no es el dominio de un oficio (la política como paso al Poder) sino cierto particular emplazamiento (reality show The Apprentice) en la atención de un público general cada vez más idiotizado por la televisión, los llamados “medios” y el teléfono celular. Y el Amor, siendo la experiencia más privada e íntima del homo sapiens, también está sujeto a este inescapable requerimiento de atención.
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