Nuestro más alto tribunal no es meramente la última instancia judicial, es la última instancia— esencia y consciencia—de respeto y convivencia social. Perdido eso, perdido todo, escribe Eudaldo Báez-Galib
Nuestro más alto tribunal no es meramente la última instancia judicial, es la última instancia— esencia y consciencia—de respeto y convivencia social. Perdido eso, perdido todo, escribe Eudaldo Báez-Galib
Nuestro Tribunal Supremo viene forzado, como cuestión de ética y de derecho, a inhibirse de ejecutar la disposición de la Ley Electoral que le asigna, en último turno, el nombramiento del presidente y su alterno en la Comisión Estatal de Elecciones. Hacerlo voluntariamente, ahora, antes de que se lo soliciten formalmente, le evita ser juez y parte—engorrosa situación que afectaría más su lastimada imagen.
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