Cuando uno transa un caso lo hace por varias razones: 1) se asume la responsabilidad de lo ocurrido, 2) se teme que salgan a relucir datos aún más comprometedores o 3) se determina que sale más barato transar que litigar. Estas tres opciones, en mayor, o menor grado, apuntan a lo mismo: la culpabilidad o responsabilidad del que quiere transar. Eso choca con un principio básico de aquellos que se saben no culpables: la necesidad de demostrar su inocencia más allá de toda duda. En el caso del Alcalde de Guaynabo, no parece haber ninguna intención, ninguna urgencia, ninguna necesidad de demostrar su inocencia. La pregunta obligada es ¿por qué?.
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