Celebro que sea la propia Barbie, una muñeca, quien alce su voz para ser mi voz, y que me permita decir que hay una Barbie dentro de cada mujer, escribe Sonia Ivette Vélez Colón
Celebro que sea la propia Barbie, una muñeca, quien alce su voz para ser mi voz, y que me permita decir que hay una Barbie dentro de cada mujer, escribe Sonia Ivette Vélez Colón
Barbie es una “boomer”, como yo, como muchas más que me leerán. Llegó a las tiendas por primera vez en 1959. Tuve mi primera Barbie en un viaje que hiciera de niña a Nueva York junto a mi papá. La compramos en Woolworth. Era muy simple, aún no movía su cintura y se le teñía el cabello. Guardo en cajas sin abrir algunas de las Barbies de mi hija, como la Barbie puertorriqueña, la que por años he cuidado. Curiosamente, hace tres años, para unas navidades, recibí de regalo la Barbie Jueza: ¡Cuál no sería mi sorpresa, existe una Barbie Jueza! ¿Y por qué no? Barbie trajo ideas radicales sobre cómo las mujeres debían ganar más poder y ocupar posiciones en lo público y en lo privado, dentro de los sistemas sociales existentes.
Te invitamos a descargar cualquiera de estos navegadores para ver nuestras noticias: