San Juan Peatonal: ¿qué nos detiene?
Las personas que veo paseando a pie por el Viejo San Juan las noto disfrutando, alegres y contentas, mientras descubren las imponentes vivencias que solo una ciudad planificada para el ser humano, no para el carro, puede ofrecer. Sin embargo, probablemente esas mismas personas minutos antes vivieron todo lo contrario... el caos del tapón, de encontrar estacionamiento, de multas, de carros que se atascan en los adoquines. Tan pronto dejan atrás el carro… todo es un paraíso.
Las familias se deleitan viendo a sus hijos correr sin ningún temor por las amplias plazas mientras conocen nuestra historia. Se ven los grupos de amigos disfrutando de la piragua, de los restaurantes y “pubs” en los típicos balcones.
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Entonces ¿cuál es el miedo a soltar el carro y convertir al Viejo San Juan en peatonal? Llevamos años acariciando la idea, pero… ¿qué nos detiene para lograrlo?
Caminar por las históricas calles sanjuaneras es un manjar de ricas sensaciones de espacios urbanos y de arquitectura. La ciudad te sorprende una y otra vez, no importa las cientos de veces que la hayas visitado o recorrido como hago yo a diario.
Sus angostas calles adoquinadas y casas en medianera están unidas entre historia, gran arquitectura, balcones en voladizos y plazas por doquier.
El fin de semana pasado el Municipio de San Juan celebró exitosamente el “Walk and Shop” en la Calle Fortaleza. El comentario entre los asistentes era el de revivir el proyecto “San Juan Peatonal”.
En estos momentos el municipio capitalino pondera un San Juan semipeatonal, o sea, ciertos fines de semana con ciertas calles cerradas al tráfico vehicular. Me parece un paso estupendo para ir logrando una gran planificación de transición, por fases, hacia el San Juan Peatonal.
Hace varios años visité La Habana Vieja como profesora de arquitectura de la Universidad de Puerto Rico. Me recibió su gran historiador, el fenecido Eusebio Leal, quien me explicó lo bien que les funcionaba haberla convertido en peatonal en términos de riqueza social, económica y cultural.
Tenemos la falsa concepción y temor de que si San Juan se convierte en peatonal, nadie llegará a ella. Nada más lejos de la verdad. Por el contrario, será más atractiva y atraerá más movimiento económico.
El Viejo San Juan no se traduce solamente en “dar una vuelta en carro” subiendo por la Calle Norzagaray y bajando por la del Cristo para mirar las vitrinas... ¡hay que caminarla y vivirla!
Este proyecto peatonal, por su naturaleza de cambios, consultas y estudios, requiere una gran planificación e integración de todos los aspectos que inciden en esta ciudad, en especial la inclusión de sus residentes y comerciantes. Se necesita la organización eficiente de un sistema de transporte confiable que movilice a las personas desde estacionamientos en la periferia de la isleta hasta el interior de la ciudad. Los estudios urbanos ya han identificado estacionamientos satélites desde la entrada del Capitolio hasta en el Distrito de Convenciones. Todos estos planes hay que actualizarlos junto a campañas educativas.
Y así me viene a la mente el título del libro de Magali García Ramis, “La ciudad que me habita”. En este caso, en vez de yo habitar San Juan imponiéndole carros y usos ajenos a su diseño e infraestructura, será la ciudad la que me “habite a mí” y me llene de sus vivencias, de su rico entorno histórico y arquitectónico… entonces llegará el momento en que nos preguntaremos ¿por qué no establecimos antes el San Juan Peatonal?
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