Este fin de semana, como en el pasado un balazo a Reagan, el virus mandó a Trump al “Walter Reed”. Ahí termina la analogía. Reagan llegó preocupado por su gente, Trump se despreocupó de los suyos, escribe Orlando Parga
Este fin de semana, como en el pasado un balazo a Reagan, el virus mandó a Trump al “Walter Reed”. Ahí termina la analogía. Reagan llegó preocupado por su gente, Trump se despreocupó de los suyos, escribe Orlando Parga
El presidente Ronald Reagan saludaba al público mientras caminaba para abordar su carro oficial el 30 de marzo de 1981, cuando súbitamente sus guardaespaldas lo empujaron con violencia y en cuestión de segundos se enteró que el dolor en su costado no era de empujones sino un balazo en el pulmón. Cuentan que mientras la limosina aceleraba hacia el “Walter Reed Medical Center”, Reagan miraba por el cristal trasero preguntando por los que habían caído heridos. Así es la sensibilidad intuitiva de un líder. Despojarse de su interés o bienestar personal y anteponer el de las personas que dependen de su liderazgo; el gesto heroico que distingue un líder de los demás; el carácter que los pueblos identifican en un semejante para transformarlo en su conductor.
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