

Por décadas, la hepatitis ha representado una amenaza para la población mundial, y Puerto Rico no ha sido la excepción. Aunque, por mucho tiempo, no se pudieron identificar las distintas variaciones de este virus, que ocasiona una inflamación del hígado que puede afectar gravemente la salud, en la actualidad hay un plan agresivo para erradicar la hepatitis para el año 2030.
Según Lilliam Rodríguez, fundadora y CEO de VOCES PR, “la hepatitis es una epidemia que existe a nivel mundial, de alta preocupación por las consecuencias que tiene esta enfermedad a largo plazo”.
La gravedad de esta enfermedad ha llevado a organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a impulsar planes globales para su eliminación.
Puerto Rico se ha sumado a este esfuerzo de controlar y eliminar la hepatitis para el 2030, con un plan que descansa sobre tres pilares fundamentales: la prevención, la detección temprana y el tratamiento oportuno, explicó Rodríguez.
En primer plano, la prevención incluye evitar prácticas de riesgo y promover la vacunación contra las hepatitis A y B, ambas prevenibles mediante la inmunización. Mientras que, dado que la hepatitis C no cuenta con una vacuna, el enfoque está en la detección y el tratamiento.
En el tema del tratamiento, Rodríguez enfatizó que la medicina ha avanzado lo suficiente como para curar el 98 % de los casos de hepatitis C con terapias antivirales de acción directa.
“La detección temprana es clave. No sirve de nada diagnosticar a un paciente y que pase un año o dos sin ser tratado”, añadió Rodríguez.
Las consecuencias de no tratar oportunamente esta enfermedad incluyen cirrosis hepática, cáncer de hígado y la necesidad de trasplantes. Esto tiene un impacto económico y social significativo. Por eso, el plan también incluye medidas epidemiológicas y campañas dirigidas a las poblaciones vulnerables.
En su página web, la Biblioteca Nacional de Medicina informa que “la hepatitis puede ser una infección aguda (a corto plazo) o una infección crónica (a largo plazo)”.
Mientras que la hepatitis viral es la más común, también existe la hepatitis alcohólica, causada por el consumo excesivo de alcohol; la hepatitis tóxica, a consecuencia de ciertos venenos, productos químicos, medicamentos o suplementos; y la hepatitis autoinmune, que es “un tipo crónico en el que su sistema inmunitario ataca su hígado”. En este caso, aunque se desconoce la causa, la genética y el entorno pueden influir, destacó el portal especializado.
Entre los grupos con mayor riesgo de contraer hepatitis C se encuentran las personas usuarias de drogas intravenosas, quienes pueden contagiarse al compartir jeringuillas o utensilios contaminados. También están en riesgo quienes tienen relaciones sexuales sin protección con personas infectadas, especialmente si hay laceraciones presentes.
“Sin embargo, hay prácticas más cotidianas que también representan riesgo. Por ejemplo, hacerse un tatuaje o un maquillaje permanente en lugares sin protocolos de higiene puede exponer a una persona al virus”, advirtió Rodríguez.
Los profesionales de la salud, al estar en contacto con agujas y muestras biológicas, también constituyen un grupo de riesgo, al igual que las personas privadas de libertad y los participantes de programas de tratamiento de adicción, como los de metadona. VOCES ha trabajado de cerca con la Administración de Servicios de Salud y Contra la Adicción (ASSMCA) en este contexto. De esta forma, ha logrado identificar a más de 1,300 pacientes con hepatitis C positiva y acompañarlos hacia el tratamiento, sin enfrentar múltiples barreras.
Por otro lado, uno de los avances legislativos más significativos en Puerto Rico fue la aprobación de la Ley 67 en 2023 (Ley de la Administración de Servicios de Salud Mental y Contra la Adicción). Esta establece que las pruebas de hepatitis A, B y C deben incluirse en los certificados de salud requeridos por los patronos. Esta medida no solo promueve la detección, sino que también contribuye a normalizar el tema.
“Queremos eliminar el estigma. Una persona que da positivo recibe tratamiento y luego puede donar sangre y vivir una vida completamente normal”, sostuvo Rodríguez.
Existen dos tipos de pruebas: la de detección y la confirmatoria. Algunas pruebas modernas integran ambos pasos y ofrecen una detección ágil y confidencial, pero no todos los laboratorios cuentan con estas.
Aunque los avances han sido contundentes, no se puede dejar a un lado que persisten algunos obstáculos. Y es que, dejando a un lado el beneficio de que el Plan Vital y los planes privados cubren estas pruebas si hay una orden médica, el costo puede recaer en el paciente, si se realiza por motivos laborales sin receta.
En cuanto al tratamiento, el panorama es mixto, dependiendo del sistema de salud al que pertenece la persona.
En el Plan Vital, que cubre a casi el 60 % de la población puertorriqueña, el acceso se ha simplificado en comparación con años recientes. “Antes, se requería que el paciente fuera tratado por un especialista. Hoy, el médico primario puede gestionar todo el proceso, desde la prueba hasta el tratamiento”, indicó Rodríguez, quien recalcó que este avance ha sido posible gracias a la colaboración entre el Departamento de Salud, la Administración de Seguros de Salud (ASES) y organizaciones como VOCES.
Para pacientes con Medicare, especialmente las personas mayores de 65 años, el tratamiento también está cubierto, aunque el riesgo en este grupo aumenta debido a posibles exposiciones pasadas, como transfusiones de sangre antes de que existiera una regulación estricta.
Por otro lado, en el sector privado, el acceso suele ser más directo, aunque no siempre más rápido.
Más allá de las estructuras de salud, hay retos sociales en el proceso de eliminación. El estigma asociado con la hepatitis, particularmente en personas usuarias de drogas, reduce su acceso a servicios médicos.
“No todo el mundo quiere atender a estas personas. Hay quienes las rechazan, y eso las aleja del sistema de salud”, lamentó Rodríguez.
Para contrarrestar esta situación, VOCES ha implementado programas que llevan los servicios directamente a los centros de tratamiento, eliminando barreras como el transporte o la burocracia médica.
Además, la falta de educación general sobre la hepatitis contribuye a su invisibilidad. Muchas personas desconocen que pueden estar contagiadas sin síntomas evidentes. Otras no saben que tienen derecho a hacerse la prueba ni cómo solicitarla.
“Hay que fomentar la educación en todos los niveles, desde la comunidad hasta los profesionales de la salud”, subrayó Rodríguez. Aunque se han realizado esfuerzos educativos, aún hay médicos que no están al tanto del plan de eliminación o de los protocolos actualizados.
En este contexto, uno de los logros más notables ha sido la eliminación de requisitos innecesarios, como pruebas costosas o la necesidad de certificación médica para tratar hepatitis. Estos cambios se lograron gracias a la colaboración multisectorial, incluyendo expertos clínicos y autoridades de salud.
Aun así, Rodríguez señaló que aún falta establecer métricas claras y revisar los protocolos para eliminar requisitos redundantes como el Fibroscan, que ya ha sido sustituido por otros métodos más accesibles.
Puerto Rico cuenta con las herramientas necesarias para eliminar la hepatitis como problema de salud pública: un marco legal, tratamiento eficaz, cobertura médica, capacidad diagnóstica y voluntad de sectores clave. Pero, como advirtió Rodríguez, “lo que falta es que todos nos comprometamos con la misión”. Médicos, aseguradoras, organizaciones comunitarias y ciudadanos deben entender que eliminar la hepatitis es posible, pero solo si trabajan juntos.
Casos exitosos anteriores, como la vacunación contra el COVID-19 o las campañas contra el tabaquismo, demuestran que el país tiene capacidad de acción coordinada.
“Puerto Rico ha tenido muchas historias de éxito. Lo vimos con el COVID-19 y con la ley de no fumar. Cuando unimos voluntades, logramos cambios significativos”, afirmó Rodríguez con esperanza.
La hepatitis no discrimina, pero tampoco es invencible. Con información, acceso y compromiso, Puerto Rico puede convertirse en un modelo de eliminación eficaz y compasiva. La clave, como constata la experiencia de VOCES, es combinar la ciencia con la empatía y la estructura con la voluntad.
Aunque no existe una vacuna contra la hepatitis C, sí hay formas eficaces de reducir el riesgo de infección. En la página web de hepapuertorico.com, los expertos comparten algunos consejos:
La autora es periodista colaboradora de Puerto Rico Saludable.
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