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Cuando 25 nidos y cinco centavos valen oro

5 de mayo de 2024 - 11:10 PM

Salvar una especie en vías de extinción en tiempos en que se normaliza un atropello salvaje al medioambiente es una hazaña mayúscula. Ese instante feliz, maravilloso y esperanzador se vivió hace unas semanas aquí en suelo puertorriqueño, en el Bosque Estatal Río Abajo en Utuado.

La imagen de un frágil polluelo de cotorra puertorriqueña, arropado en unas manos salvadoras, es un capítulo luminoso en la batalla por salvar a esta ave en peligro de extinción.

Un equipo de especialistas del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), sumergidos en el follaje de esa reserva forestal, sumaban cifras pequeñas que, en realidad, son enormes. Los 25 nidos contabilizados este año constituyen un récord desde que se liberaron las primeras cotorras criadas en cautiverio en el 2006, según constata un reciente reportaje fotográfico de El Nuevo Día.

Celebramos este logro conseguido en medio de un panorama donde una mayoría pareciera ignorar la escandalosa muerte de miles de especies de los reinos animal y vegetal. Puerto Rico se inscribe en un puesto de liderato al preservar la preciosa cotorra puertorriqueña que se libró de la extinción total.

Pero hay otras cifras pequeñas que pueden hacer una diferencia sideral, a la hora de proteger el planeta. La oposición a la puesta en marcha de la legislación para regular el uso de ciertos materiales plásticos expone como principal argumento el alza en los costos de producción. Expertos en temas medioambientales aseguran que la diferencia entre utilizar insumos biodegradables o de origen plástico es de apenas cinco centavos.

Estas divergencias han surgido tras la petición de postergar por un año la entrada en vigencia de la Ley 51 promulgada en junio de 2022, que prohíbe los materiales plásticos de un solo uso tales como cubiertos, platos, sorbetos, vasos y contenedores de alimentos de poliestireno expandido, también conocido como “foam”.

La legislatura ha sido escenario de una disputa entre quienes reclaman que el retraso en el reglamento ha impedido una correcta adecuación y quienes aseguran que los pasados dos años fueron más que suficientes para adaptarse.

Reemplazar un material contaminante por otro más amigable con el medioambiente no es una cuestión de meses ni de dólares y centavos de diferencia. El tiempo apremia. Las cifras de la contaminación por el plástico son demoledoras. Según National Geographic cada minuto se venden en el mundo un millón de botellas de plástico y cada una tarda casi medio siglo en descomponerse. Ya es un lugar común recordar que el 90% de los plásticos del mundo se producen a partir de combustibles fósiles.

Pero siempre hay luz allá afuera. Desde el 2006, Europa ha duplicado la tasa de reciclaje de residuos de ese material. La Ley 51 de 2022 instala a Puerto Rico en una positiva tendencia que se une a las iniciativas planetarias para detener la polución. El Comité Intergubernamental de Negociación, respaldado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP), trabaja para crear un tratado global que abarque todo el ciclo de vida del plástico, desde la producción y diseño hasta la disposición final.

Así como unas manos amorosas ayudaron a salir del cascarón a los polluelos de la cotorra puertorriqueña, otras manos deben evitar que el sorbeto, el tenedor o la cuchara de plástico sean herramientas indestructibles y exigir, en cambio, aquellas de materiales nobles y, por tanto, absolutamente reciclables.

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