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prima:En las entrañas del Archivo General: la ardua tarea de limpiar y conservar documentos históricos

El Nuevo Día tuvo acceso a los repositorios y espacios de trabajo más grandes del edificio y documentó el extenso proceso de higienización por el que actualmente pasan

22 de enero de 2024 - 9:00 PM

Es como un mundo dentro del mundo. Pasillos y pisos interminables, llenos de cajas, llenas de libros y documentos. Sobre algunas de las cajas se pueden leer años tan lejanos que son difíciles de imaginar: 1923, 1916, 1940, 1952.

Sobre el interminable archivo reina un silencio sepulcral y casi incómodo. La luz es tenue y el aire es seco. Los pasillos son estrechos y bajos y caminar entre ellos causa la sensación de estar atrapado en un laberinto.

Pero para Hilda Teresa Ayala González caminar por aquí es como caminar por su casa. A veces, incluso, da la impresión de que prefiere estar aquí. La directora del Archivo General de Puerto Rico (AGPR) guía el camino, entre interminables cajas y documentos, por el repositorio más grande de todo el Archivo General, llamado, cariñosamente, el Gigante Verde. Está compuesto por tres secciones, cada una conteniendo tres pisos de documentos y materiales.

Algunas cajas se pueden ver en condiciones inmaculadas, pero ese no es el caso de todas. En algunos recovecos, por razones que pueden variar entre la humedad y hasta el propio material del que están hechas las cajas, se puede ver la presencia de hongos. La inmensidad del espacio es intimidante. Contenidos en este inmenso espacio están grandes y pequeños capítulos de la historia del país. Muchos de estos documentos, de hecho, ni siquiera han sido investigados. Las posibilidades historiográficas son tan interminables como parecen ser los recovecos del Gigante.

¿Qué secretos y qué descubrimientos esperan por el país aquí adentro?

El Archivo General resiste al embate del tiempo y el olvido: esto fue lo que encontramos

El Archivo General resiste al embate del tiempo y el olvido: esto fue lo que encontramos

El director del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Carlos Ruiz dijo que "se necesita un edificio creado para las necesidades reales de colecciones como estas”.

Aunque falta algún tiempo para que los historiadores del país comiencen a descifrar todas las grandes partes de la historia del Puerto Rico del siglo 20, una realidad escalofriante amenazó a esas posibilidades terminando el año 2023.

El cuento se ha repetido hasta la saciedad: un apagón afectó la estabilidad eléctrica del edificio que sirve de sede al Archivo General y generó una preocupación inmensa por el deterioro y la posible pérdida de documentación invaluable a causa de la falta de condiciones apropiadas para su mantenimiento.

Pero la archivera general y el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP) actuaron con premura. Estabilizaron la infraestructura eléctrica del edificio y comenzaron a restaurar las facilidades a sus condiciones naturales. Pero el proceso es, realmente, un proyecto en varias partes. Una de ellas, quizás la más importante y también la más tediosa, es la limpieza de todos los contenidos del Archivo, de las incontables cajas y documentos que se custodian en las facilidades. Caminando por los pasillos interminables del Gigante Verde, la tarea parece imposible.

“Este procedimiento fue uno que fue planificado para trabajar en un orden, y según las necesidades de cada una de las colecciones. En este caso, dividimos los espacios entre servicios al público y áreas de trabajo, y áreas exclusivamente de colecciones, y los esfuerzos se trabajaron con dos compañías distintas”, explica Ayala González.

Más allá de la inmensidad del repositorio más grande del AGPR, los diferentes espacios y estructuras que componen a la institución contienen importantísimas colecciones que van desde lo documental hasta lo fotográfico. Contenida en un salón especializado, por ejemplo, está la memoria visual de Puerto Rico en fotos antiguas y hasta en negativos que nunca han sido revelados. De la misma forma, el edifico es sede de la Biblioteca Nacional, cuyas áreas también atraviesan por un proceso de limpieza y de mantenimiento preventivo.

Aunque surgieron preocupaciones por áreas particulares, como la sala dedicada a Eugenio María de Hostos, que contiene varios artículos personales del prócer y hasta una rarísima edición de su libro “La peregrinación de Bayoán”, el espacio no sufrió daños particulares y se encuentra en buenas condiciones.

El proceso de limpieza es extenso y tedioso, precisamente porque se debe tener un cuidado absoluto a la hora de trabajar con artículos tan sensibles. El ICP contrató a dos compañías diferentes, especializadas en este tipo de trabajos, para atender la crisis surgida.

Ayala González continúa el recorrido por los distintos espacios del Archivo, explicando los pasos que se han tomado para prevenir y mejorar las condiciones. Una de las salas reacondicionadas fue una de las más importantes y complejas.

Deshumidificadores como este modelo ayudan a controlar las condiciones en cada área de trabajo.
Deshumidificadores como este modelo ayudan a controlar las condiciones en cada área de trabajo. (Carlos Rivera Giusti)

“Esta es el área de trabajo del equipo de imágenes en movimiento. Aquí es donde vienen los investigadores que buscan pietaje para documentales, o si están haciendo películas. Esta sala está completamente limpia ya”, dice la archivera.

El ruido estruendoso de una máquina interrumpe su explicación.

“Van a ver por el edificio estos equipos. Se llaman deshumidificadores. Como parte de las estrategias que se necesitan implementar para asegurar la estabilización del clima, son estos equipos, que nos ayudan a controlar la humedad que naturalmente entra al edificio y, en este caso, se adquirieron estos deshumidificadores para ayudar un poco más. Son de carácter industrial y permiten hacer el descargue de agua de una forma automática. Si te fijas en el espacio, aquí había otros, pero eran manuales. Estas áreas se mantienen siempre mucho más húmedas que otras áreas del edificio, y estos, dado que no tenemos el personal para estar vaciándolos, pues adquirimos estos que lo hacen de forma automática y hacen un trabajo extraordinario”.

Subiendo al segundo nivel del edificio, donde se encuentra la Biblioteca Nacional dirigida por Carmen Pérez González, personal especializado labora en la delicada operación de limpieza de libros. El proceso es el mismo para todos los materiales documentales que se encuentran en las instalaciones. Los papeles y documentos que se encuentren fuera de cajas son limpiados de forma individual, pero si se están guardados dentro de una, se limpia, entonces, solo la caja, pues el contenido queda protegido.

Las áreas que ya han sido trabajadas se identifican con un papel.
Las áreas que ya han sido trabajadas se identifican con un papel. (Carlos Rivera Giusti)

Frente a uno de los anaqueles, un hombre y una mujer, protegidos con batas de laboratorio, guantes y máscaras protectoras contra particulado, atienden, poco a poco, cada tomo allí contenido. El hombre lleva a sus espaldas una aspiradora que pasa delicadamente sobre los ejemplares; luego, su compañera de labores pasa un paño seco mientras inspecciona, a la vez, el estado del material.

“En este momento estamos retirando el hongo de los libros con la aspiradora. Después de este procedimiento, cuando él ya ha terminado, pasamos a retirar los residuos de hongo con un paño que no maltrate al libro”, explica Clara Hoyos.

—¿Y usted tiene ya experiencia trabajando en este tipo de casos?

“Yo tengo ya 27 años de experiencia, en todo lo que es higienizar y preservación de libros y documentos. Con la Oficina del Contralor tengo ya 10 años trabajando, además de otros lugares. Después del huracán María, trabajamos con documentos en la UPR de Bayamón, en el Registro de la Propiedad, entre otros. A veces, uno de los mayores problemas son los aires acondicionados. Si no están en óptimas condiciones, entre la oscuridad, la humedad, el frío y la presencia de polvo, eso hace que el hongo prolifere”, dice.

—¿Y cómo se siente trabajando en el Archivo? Es mucho trabajo.

“Hay mucho trabajo, pero nos gusta. Es fuerte, pero se puede. Y lo hemos rescatado”, concluye, mientras el hombre de la aspiradora retoma sus labores, libro por libro.

Gabriel Candelaria y Clara Hoyos, de la compañía JB Cleaning, contratada para la limpieza profunda del Archivo.
Gabriel Candelaria y Clara Hoyos, de la compañía JB Cleaning, contratada para la limpieza profunda del Archivo. (Carlos Rivera Giusti)

Uno de los espacios menos visitados del Archivo General de Puerto Rico es su maravilloso patio interior. Cubierto por árboles en sus esquinas, acompañados por bancos para tomar asiento bajo la sombra, es el lugar perfecto para tomar un aire de paz en medio del día. Durante todo el trayecto, el uso de mascarillas fue necesario para evitar respirar partículas. Pero aquí afuera, el aire es bueno. La archivera general se quita la mascarilla y en su rostro se puede ver el cansancio de semanas de trabajo intenso.

—¿Qué lecciones se lleva de este proceso?

Ayala González se toma un minuto para pensar, da un respiro profundo, y ofrece su respuesta.

“Yo creo que todos los días aprendemos algo nuevo. Todos los días tenemos la oportunidad de conocer mejor este edificio. Nosotros lo que llevamos aquí trabajando han sido unos tres años y ningún día ha sido igual. Así que para nosotros este proceso ha sido uno completamente de aprendizaje. Hemos tenido, además, la oportunidad de documentar para el futuro, en caso de que esto vuelva, que esperamos que sea nunca. Hemos hecho las gestiones para dejar documentado cuáles han sido las gestiones, qué cosas han funcionado, qué cosas deberían mejorar en un futuro y, adicional a esto, como seres humanos, reafirmar el compromiso y el amor que le tenemos a esta institución, lo que representa para el país y sentirnos orgullosas de que todos los días estamos haciendo lo mejor para que podamos reabrir y tener a nuestra gente aquí de vuelta y a nuestros investigadores”.

—Ha recibido críticas durante este proceso, y también muchos cuestionamientos. ¿Qué respondería a ello?

“Yo pienso que es comprensible que, quizás, personas que no han visto ejecutar en un espacio como este o en una situación como esta, puedan sentir dudas y me parece entendible dentro de todos los escenarios. De mi parte, yo sé que nosotros hemos dado lo mejor de nosotros. Tenemos los conocimientos. Por yo ser joven no significa que no he tenido experiencia. Yo llevo más de 20 años trabajando en el mundo de bibliotecas y archivos. Tuve el gran privilegio de descubrir, a los 17 años, que esto era mi pasión y que esto era lo que yo quería hacer el resto de mi vida. Los documentos y los libros me llamaron a mí y hago este trabajo con todo el compromiso, con todo el profesionalismo. No hay decisión que yo tome que no pase por muchas, por múltiples consultas, porque nosotros somos humanos, no lo puedo saber todo. Pero esta oportunidad, también de aprender cosas nuevas, es extraordinaria”, dice, con voz tranquila.

—Y por supuesto, debo hacerle la pregunta de los 65 mil chavitos. ¿Cuándo abre el Archivo nuevamente?

“Abriría mañana, pero sé que no es la realidad. Nosotras estamos ansiosas de poder retornar a nuestro día a día de trabajo y estamos haciendo todo lo posible para que eso sea a la (mayor) brevedad (posible). Realmente, no te puedo decir un estimado, pero yo esperaría, verdad, para el próximo mes tener unas mejores noticias en cuanto a esa apertura del edificio”, explica, con una risa tímida.

El sol de la tarde alumbra sobre todo el patio interior del Archivo, calentando levemente, como un abrazo, sobre la piel y esparciendo por el aire una sensación extraña de esperanza.

La presencia de hongos es notable en algunas de las áreas del Archivo.
La presencia de hongos es notable en algunas de las áreas del Archivo. (Carlos Rivera Giusti)

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