La convivencia nunca es fácil, especialmente, para personas acostumbradas –por décadas– a una dinámica de vida particular y que, de repente (aunque por elección), se muden a vivir con otras bajo el mismo techo, escribe Mildred Rivera Marrero
La convivencia nunca es fácil, especialmente, para personas acostumbradas –por décadas– a una dinámica de vida particular y que, de repente (aunque por elección), se muden a vivir con otras bajo el mismo techo, escribe Mildred Rivera Marrero
Tengo muchas amigas y conocidas que viven solas porque no se casaron o se divorciaron. Otras tienen hijos, pero anticipan que en ellos no tendrán, necesariamente, un grupo de apoyo y que, en algún momento, sus padres tampoco estarán. En cualquier caso, se visualizan envejeciendo solas.
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