Pelo nos llega del latín pilus, un filamento “que (…) crece en los poros (…) de casi todos los mamíferos”. Pero pelo es el personaje principal de muchos dichos populares. Los hablantes usan “los pelos” para comunicar todo suerte de ideas como “ese fulano tiene pelo en pecho”, que, según Varela, “arriesga su vida por lo que sea necesario”. A veces no nos pegamos por un pelo; triste es. Está también el que se agarra hasta de un pelo para conseguir lo que quiere. Los pelos se erizan o se ponen de punta cuando atravesamos por emociones fuertes, como el IVU, el IVA... y dejémoslo ahí, no vaya a ser que perdamos el poco que nos queda. Está el bribón que no tiene un pelo de tonto (ni de honesto), y le toma el pelo a Hacienda (¿?). En fin, sigamos con la peluca... Hay quien trae las cosas por los pelos, por carecer de razón. Y, si no se le ve el pelo a alguien, esa persona está “perdida”. No tener pelos en la lengua, es decir las cosas tal cual. Aunque de origen incierto, muchos aseguran que se debe a la incomodidad que provoca un pelo en la boca. Cuando “no se tienen pelos en la lengua”, nada estorba para decir las cosas como son. ¿Y el pelo más añorado? El de la rana, cuando lo eche.
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Lo que hacen los pelos
La lingüista Aida Vergne comenta de los refranes con la palabra pelos.