OPINIÓN
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SAN CABEZ-UDOS

Aida Vergne escribe sobre los cabezudos.

17 de enero de 2016 - 1:00 AM

Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente del autor y no reflejan las opiniones y creencias de El Nuevo Día o sus afiliados.

Voy subiendo, Voy bajando… ¡Weeepaaaa! ¡Sigue la fiesta! La crisis que espere… ¡que la SanSe está encendía! Ya desfilaron los tradicionales cabezudos personificando a figuras sanjuaneras. Ese cabezudo de la SanSe no tiene nada que ver con el cabezudo intransigente y terco que todos conocemos. ¡Uff, qué difícil es bregar con cabezudos! Por eso, pongamos la cabeza a un lado y miremos el -udo a ver qué descubrimos. Pharies nos explica que se trata de un sufijo español que anda suelto por ahí en más de 100 derivados. Si el sufijo -udo lo pegamos a sustantivos que nos remiten a la anatomía, como oreja, pues generamos palabras que sugieren que esa parte del cuerpo es de gran tamaño. En latín su forma original lo fue -utus, y cumplía una función similar o análoga a la de hoy día. Algunas de las palabras terminadas en -udo lo son cuernudo, (que tiene cuernos), narigudo (de nariz grande), zancudo (de zanca, las patas largas y flacas de algunos insectos), barrigudo (usted sabe), barbudo, pescozudo (de pescuezo grueso) quirajudo (de grandes quijadas) cervigudo (de cerviz gruesa), y por supuesto cabezudo, como los de la SanSe. El sufijo -udo también “se extiende a bases que no se refieren a aspectos físicos sino al carácter de una persona”, dice Pharies. ¿Ejemplos? Sañudo/a (de saña), corajudo (de coraje), testarudo y, como no, cabezudo también.

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