Sin una estrategia coordinada no hay forma de navegar el difícil entrono político congresional para impulsar un cambio de status en Puerto Rico, escribe Gregorio Igartúa
Sin una estrategia coordinada no hay forma de navegar el difícil entrono político congresional para impulsar un cambio de status en Puerto Rico, escribe Gregorio Igartúa
Aún con una experiencia histórica de siglos, la discusión del estatus político de Puerto Rico no ha podido trascender el infantilismo y el pesimismo inamovible. Persisten las discusiones basadas en el antiguo juego de deshojar pétalos a ver quién nos quiere (o se quiere a si mismo) o no. Se insiste en el fatalismo de que cualquier error imposibilita un cambio. Proliferan los estribillos de “stickers” y camisetas disfrazados de intelectualismo y no descansa el consabido grito de que “esto nunca va a cambiar”.
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