Esas ganas irreprimibles de cantarles todos los defectos a personas, cosas o situaciones –mezcladas con un rechazo infinito y con expresiones de aversión dichas en un tonito antipático– configuran, sin más, una muestra de odio
Esas ganas irreprimibles de cantarles todos los defectos a personas, cosas o situaciones –mezcladas con un rechazo infinito y con expresiones de aversión dichas en un tonito antipático– configuran, sin más, una muestra de odio
Esas ganas irreprimibles de cantarles todos los defectos a personas, cosas o situaciones –mezcladas con un rechazo infinito y con expresiones de aversión dichas en un tonito antipático– configuran, sin más, una muestra de odio. Aunque el odio, de acuerdo con Rodrigo Córdoba, director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Rosario, es considerado como una reacción malvada que debe ser reprimida, controlada y erradicada, lo cierto es que se trata de un estado funcional del cerebro tan interesante como el amor.
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