¿Por qué nunca ganan los mejores?
Eso me preguntaba hace unos días, entre indignada y perpleja, una amiga que me encontré en la farmacia. Había visto debatir a los seis candidatos a gobernadores y estaba muy entusiasmada con Juan Dalmau. Le extrañaba, por lo tanto, que su favorito no hubiese obtenido porcentajes superiores en la encuesta recién publicada por este periódico.
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