Seis años tardó el actor y director español Daniel Guzmán en decidirse a llevar a la pantalla su historia adolescente. Siendo una etapa de común rebeldía para los de carne y hueso, compartirla se convirtió en una catarsis para reencontrarse con un joven que vivió al filo de la ilegalidad, de la sexualidad, que escapó de la escuela como preso que huye de la prisión, y atrás dejó las ideas preconcebidas por sus padres de lo que él debía ser.