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En los primeros días del telescopio espacial Hubble, los astrónomos, ansiosos por ver qué tan lejos en el espacio y qué tan atrás en el tiempo podía mirar su nuevo instrumento, lo apuntaron a un tramo de cielo vacío. Lo que regresó fue una imagen del espacio plagado de lo que el astrónomo Alan Dressler, de los Observatorios Carnegie, llamó “colisiones de miedo”: nubes irregulares y fragmentadas de estrellas conocidas como protogalaxias.