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Ana Cacho, la cuarta testigo de cargo, narró las cosas que hizo la noche del 8 de marzo de 2010 y la madrugada siguiente.
Ana Cacho, la cuarta testigo de cargo, narró las cosas que hizo la noche del 8 de marzo de 2010 y la madrugada siguiente. (Ramón “Tonito” Zayas)

Como un dirigente que apenas cambia su estrategia pese a que lleva una desventaja en el juego, ayer el Ministerio Público inició el desfile de prueba en la vista preliminar en alzada que sigue contra Luis Gustavo Rivera Seijo con los mismos testigos que presentó al comienzo de la pasada vista preliminar.

El hombre conocido como “El Manco” enfrenta un cargo de asesinato por la muerte del niño Lorenzo González Cacho, ocurrida el 9 de marzo de 2010, en medio  de un intento de escalamiento a la casa en la urbanización Dorado del Mar que compartía con su mamá Ana Cacho y sus dos hermanas.

La defensa, por su parte, mantuvo un preseo a cancha completa.

La jornada presidida por la jueza Vilmary Soler Suárez, del Tribunal de Bayamón, arrancó con el testimonio de los dos investigadores forenses auxiliares Jesús Ayala Rosario y Jessica Ortiz Rentas, del Instituto de Ciencias Forenses (ICF).

Ayala Rosario tomó 220 fotografías la mañana del 9 de marzo, mientras que Ortiz Rentas tomó el vídeo  de la residencia donde el niño, de 8 años, recibió los golpes que segaron su vida.

A preguntas del fiscal Mario Rivera Géigel, ambos testigos explicaron el proceso que siguieron  para documentar el estado de la residencia ubicada en la calle Bruma.

Sin embargo, a preguntas del licenciado Mario Moczó González, de la Sociedad para la Asistencia Legal, Ayala Rosario aceptó que pese a que tenía el equipo necesario, no levantó huellas dactilares ni ADN en el lugar.

Siguiendo una línea de preguntas que perseguía atacar el peso y la validez de la prueba que recién desfilaba, Moczó llevó al testigo a aceptar que no retrató “ninguna” puerta blanca, hamaca, pared o bolsa con sangre.

Ayala Rosario afirmó que ese día no levantó evidencia en una escena que investigó originalmente como un accidente.

En un intento por rehabilitar al testigo, Rivera Géigel preguntó al testigo sobre la imagen de la bolsa, que, aceptó, fotografió de lejos.

Enfatizando en la bolsa debajo de la hamaca, Moczó González entonces confrontó a Ortiz Rentas con la falta de interés que mostró en la bolsa plástica, que solo documentó en su vídeo con tomas amplias y a distancia.

“Desconozco qué había dentro de la bolsa”, apuntó la testigo, que se paró al lado de la bolsa para tomar vídeo del patio de la residencia de Cacho.

La bolsa  es una pieza central en la teoría del caso porque en su interior aparecieron los documentos de excarcelación de Rivera Seijo.

Los investigadores forenses no le prestaron atención a la funda  el día 9 de marzo, pero el  10, cuando regresaron a la casa en busca de evidencia que pudiera explicar el homicidio de Lorenzo, la ocuparon y descubrieron los documentos en su interior.

También declaró el agente Jaime Cruz, quien custodió la casa en Dorado la mañana del 9 de marzo.

Relato de Cacho

Cacho, la cuarta testigo de cargo, narró que la noche del 8 de marzo realizó tareas con su hijo Lorenzo antes de acostarlo a dormir en el cuarto de su hija menor.

A preguntas de la fiscal Maricarmen Rodríguez Barea, explicó que esa noche compartió con su amigo William Marrero y que despertó en la madrugada con el grito de su hija menor.

Narró, en ocasiones sollozando, que guió al CDT de Dorado con su hijo en brazos y habló del dolor  que sintió cuando su exesposo Ahmed Alí González no permitió donar los órganos de Lorenzo.  Usando las fotografías del ICF,  detalló objetos que aparecieron en las fotografías y que no le pertenecían, como un celular ocupado en un sofá de la sala y una batería de 9 voltios  en la cocina. También notó que la puerta trasera estaba abierta y otras puertas de un mueble en la sala. Esas puertas las dejó cerradas el 8 de marzo.

La vista continúa hoy.

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