La sicóloga clínica Angie Vázquez analiza la conducta política de Donald Trump y su proyección de persona incapacitada para escuchar, negociar, entender o dialogar
La sicóloga clínica Angie Vázquez analiza la conducta política de Donald Trump y su proyección de persona incapacitada para escuchar, negociar, entender o dialogar
A 100 días de incumbencia presidencial en Estados Unidos, muchos son los escándalos y sobresaltos causados por el impredecible Donald Trump y su administración republicana. Su inesperada nominación y triunfo puso en vilo al mundo presentándose como un candidato sin plataforma conceptual, políticamente en blanco como la tabula rasa de Locke, sin lealtad a ningún partido y a nadie, en sus propias palabras. Prorrumpió burlón, malcriado, demandante, caprichoso y grosero al mundo de la política pública. Con su limitado y pobre vocabulario hiperbólico, equivalente al de un niño de tercer grado, y con un ecolálico libreto de entretenimiento televisivo, vendió sueños y exaltó emociones. Todo sería “nice”, “big”, “beautiful”, “great” (su favorita), “magnificent” o “wonderful” y el país de Disney le concedió la oportunidad.
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