Primero se debilita, como si tuviera chikungunya, y con el tiempo, puf, desaparece. Es la D intervocálica (que está entre dos vocales como en deDo > deo.) Esta “desaparición” (elisión) se remonta a tiempos antiguos. Tampoco tiene que ver con “dañar la lengua; hay que protegerla”. Bendito, vamos a los hechos. El proceso de debilitamiento de esa d intervocálica se inició a finales del periodo del latín vulgar, como nos dice Menéndez Pidal. Para muestra un botón: auDire > oír; comeDere > comer; peDe > pie etc... Nos dice Alba que este fenómeno de desaparición de la D está “tan difundido que no existe un solo país hispanohablante donde no se produzca en mayor o menor grado”. Y un estudio realizado por López Morales en 1983 reveló que la elisión de la D intervocálica en P.R. alcanzaba un índice de 21%. ¿Por dónde andará hoy? La desaparición de la D ocurre con más frecuencia en palabras llanas, y luego del acento, como en nada > na; todo > to. La B y la G también se debilitan y luego se eliden cuando están entre vocales, aunque han probado ser más resistentes que la D. Esta “debilidad” articulatoria de la D incluso se manifiesta cuando aparece en final de palabra como en [bondá]. Nada, que estos son procesos fonéticos, aunque para algunos sea meterles el deo en la llaga.
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Bocadillos lingüísticos: La desaparición de la D
Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 10 años.