La imparable caída en los nacimientos está obligando a los gobiernos a instaurar creativos incentivos para contener el envejecimiento de las sociedades, con las consabidas secuelas económicas y sociales.
El giro en las políticas pro natalidad llega tras las ínfimas cifras de recién nacidos. De ahí la urgencia de dotar a las comunidades de ambientes propicios para desarrollar la maternidad y la paternidad, creando un conjunto de medidas para el progreso de las familias y la crianza de sus hijos e hijas.
Puerto Rico no está ajeno a este fenómeno. Tal como consigna un reportaje de El Nuevo Día, la disminución en los nacimientos llegó a su punto más crítico. El año pasado nacieron 18,085 bebés, la cifra más baja en la centenaria existencia del Registro Demográfico. Un factor adicional a los obstáculos para promover la natalidad ha sido la constante emigración de familias jóvenes. Los cambios demográficos, a juicio de especialistas locales, implican un bajo desarrollo económico, puesto que habrá menos estudiantes, consumidores y personas en edad productiva.
La demógrafa Judith Rodríguez ha planteado acertadamente que Puerto Rico no tiene un reemplazo generacional, pues la tasa de fecundidad —que es el promedio de hijos que tiene una persona al finalizar su periodo reproductivo— estaba en 0.7 para 2023, lejos del 2.1, que es la cifra correcta.
En Estados Unidos los movimientos pro natalidad están desorganizados, no figuran políticamente unidos, carecen de un poder de cabildeo cohesivo y discrepan en sus motivaciones, según un análisis realizado por The New York Times. Este panorama desordenado se agrava con la encarnizada batalla del presidente Donald Trump contra la inmigración. La población de Estados Unidos aumentó casi un 1.0% entre 2023 y 2024, totalizando 340 millones de personas, según la oficina del Censo. Este crecimiento récord, después del 0.2% de 2011, estuvo impulsado gracias al aumento de la inmigración internacional neta.
Otro país que ha logrado detener la caída en su demografía es Corea del Sur, que de una tasa de fecundidad de 0.72 llegó a 0.76. Uno de los apoyos es la otorgación de una bonificación en efectivo por hijo nacido de $275 mensuales (que se incrementará a $457 en 2025) durante el primer año, junto a un bono prenatal de $1,827 a la madre, entre otros incentivos. Incluso, una aseguradora privada ofrece a sus empleados, sin importar el sexo, $75,000 cada vez que tengan un hijo.
El Ayuntamiento de Madrid pretende impulsar un plan que sirva de modelo a otras jurisdicciones de España. Para ello, ha dispuesto un presupuesto de $770 millones para otorgar ayudas directas por nacimiento, sumadas a otras inversiones en materia de vivienda para familias con hijos menores de un año, bonificaciones fiscales y más escuelas infantiles. También se premiará a las empresas que apoyen la natalidad.
Junto a los incentivos en efectivo, diversos países han propiciado un aumento en las licencias de maternidad que, por ejemplo, en el caso francés alcanza a 16 semanas y en el chileno a 18. En Japón se han flexibilizado las jornadas laborales, y Suiza favorece la llegada de inmigrantes profesionales.
Todas estas buenas iniciativas responden a necesidades y acuerdos políticos, ya que requieren de abundantes recursos fiscales. Está visto que el aumento de los nacimientos se ha convertido en una emergencia que debe ser atendida con estrategias efectivas y planes creativos adaptados a cada realidad.
Puerto Rico necesita un gran acuerdo entre el gobierno y el sector privado. La etapa de los diagnósticos no requiere mayores análisis. Si la tasa de natalidad sigue bajando, nos quedaremos con escuelas vacías, universidades con escasez de matrículas, fondos federales reducidos por una baja cantidad de habitantes, ausencia de personas en edad laboral y, principalmente, sin la maravilla de ver llegar al mundo a los futuros puertorriqueños llamados a sostener nuestro destino.