Imagine que enseña español y tiene alumnos argentinos, cubanos, dominicanos, puertorriqueños, costarricenses y madrileños. Tamaña melcocha. ¿Quién habla bien, o mejor? ¿A cuál va a corregir? ¿Corbata, colbata cobbata? ¿Vos, usted, tú? ¿Verdad, veldá? verdá, verdaz? ¿Es necesario corregir la variación dialectal? Si fuera por los manuales españoles de ortología habría que corregirlos a TODOS (para que terminen hablando como los anclas de CNN en español). A todos los caribeños, porque neutralizan l/r; al cubano porque gemina consonantes; al dominicano porque desconsonantiza consonantes líquidas, al argentino por su mirá y su podés, y al “prestigioso” madrileño porque convierte la d final en zeta, ¿verdaZ? La tarea del maestro no es ningún ñame. Están obligados a enseñar la “norma”. Pero, ¿si la norma es panhispánica, si cada país tiene su norma, qué debe hacer el maestro ante tantos “españoles” diferentes? ¿Están los textos atemperados a esta realidad? ¿Están nuestros maestros formados en materias como fonética y fonología? ¿Reciben las herramientas para trabajar con un salón multicultural? ¿Les enseñan, en su formación magisterial, que ninguna variante es mejor que otra? ¿El problema es el maestro o la educación que recibe? Un niño inmigrante tiene ya bastante carga emocional adaptándose a un nuevo entorno cultural, social y educativo, para que, por desconocimiento o prejuicio, se desvalorice su forma de hablar, y con ella su identidad. Cada variante dialectal merece igual respeto. A cabasho vamo pal monte…
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A CABASHO VAMO PAL MONTE
Aida Vergne habla de la variación dialectal.