Está comprobao. El sonido de la /d/ se relaja tanto cuando hablamos que desaparece. Cuando no, la /d/ se “disfraza” de otros sonidos, sin alterar el significado de la palabra. Como sonido, la /d/ es truquera. Pero en lengua escrita, la discreta letra d se mantiene impertérrita, aún donde no suena. Este asuntito, dice Lodares, “levanta cuestiones sobre lo que está bien y lo que está mal” pronunciao; lo que se considera vulgar versus correcto. Incluso algunos cuestionan si la LETRA D, como nadie la pronuncia en ciertas posiciones, debe desaparecer o mantenerse en la ortografía. De hecho, escritores como Borges y Darío, asegura Liscano, en ocasiones las eliminaban: “facilidá, usté”. Esta pujanza entre lo fonético y lo ortográfico (sonido versus letra) no es nueva. Lo vemos en todas las palabras que terminan en –ado; la /d/ desaparece sin dejar rastro, como en llegao, casao, enamorao, esbaratao, apestao y por ahí pa’ bajo. Lo mismo cuando se encuentra en final de palabra; no hay quien la encuentre, ¿verdá? Lodares señala que en esas instancias la letra d es ya una reliquia ortográfica, sin uso en lengua oral. Incluso Navarro decía hace años que “la conservación sistemática de la d en –ado, con articulación plena, en la conversación corriente, resultaría sin duda afectada y pedante”. ¿Qué le pasa a la /d/? ¿Se habrá cansao? Mire, no sea desesperao; mañana le digo…
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¿EN PELIGRO DE EXTINCIÓN LA D? PARTE 1
Aida Vergne habla de la letra d.