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El día que una loiceña volvió a tener un hogar

La Iglesia Adventista del Séptimo Día ha liderado la reconstrucción de sobre 140 casas destruidas por el huracán María; la de Glorimar Escalera es una de ellas

24 de enero de 2019 - 5:23 PM

Puede decirse que Glorimar Escalera ha nacido dos veces. La primera hace 35 años. La segunda, ayer, cuando volvió a tener un hogar y, con él, la oportunidad de comenzar a vivir una nueva etapa en su vida.

Aquí habría que hacer énfasis en la diferencia entre “casa” y “hogar”. Lo primero simplemente es la estructura que se habita. Lo segundo es el espacio que se ama. A Glorimar y sus tres hijos, el huracán María le arrebató ambas cosas.

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left (BrandStudio)

Era un hogar humilde, a dos minutos de la costa, en el sector Las Carreras del barrio Medianía Alta en Loíza. Glorimar no habla mucho, de por sí es muy tímida. Menos de lo que significó perderlo todo. Pero lo que se ahorra en palabras lo invierte en acción. El testigo de eso último es el pastor José Alberto Rodríguez, director de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de Puerto Rico.

Aquí habría que explicar qué ha hecho ADRA, particularmente después del paso del huracán María. “Inicialmente empezamos con los techos, pero nos dimos cuenta de que había personas —viudas, ancianos, gente encamada, madres solteras— que no tenían quiénes les ayudaran a reconstruir sus casas. Entonces creamos un equipo de trabajo y comenzamos a ayudar a esas personas”, expuso el pastor Rodríguez.

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Desde septiembre del 2017, ADRA —con la ayuda del programa Valor ADRA Internacional, del programa Valor de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), voluntarios locales y estadounidenses, donantes y feligreses de otras denominaciones— ha intervenido en más de 140 casas entre Aguadilla, Canóvanas, Ciales, Las Marías, Loíza, Mayagüez, Maricao, Morovis y Orocovis. De aquellas, cerca de 45 han sido construidas desde cero, incluyendo la de Glorimar —que es en cemento, tiene dos cuartos, un baño, sala y comedor—.

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“Llegamos a Loíza cuando apenas había pasado semana y media del huracán…y vimos toda la desgracia que había ocurrido. Nosotros habíamos escogido inicialmente seis casas [de ese municipio] para techarlas. Solo teníamos presupuesto para los techos. Pero cuando llegamos a la casa de Glory…pues ella no tenía casa. No le podíamos hacer el techo porque no había ni los cimientos”, relató el director de ADRA.

Decíamos que Glorimar lo que se ahorraba en palabras lo invertía en acción, y que el pastor Rodríguez era testigo de eso, y es que Glorimar ayudó a construir su casa. “Lo más difícil fue picar varilla. Eso y estar de sol a sol”, dijo. Por depender de trabajadores voluntarios y de donaciones, la construcción tardó más de un año. Durante ese tiempo, Glorimar y sus hijos —el mayor de 18 años y el menor de 8; en el medio, la hermana de ambos, de 15— vivieron con familiares.

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Dieciséis meses después, Glorimar vuelve a tener un hogar. De cierto modo, vuelve a nacer. Si le preguntas qué hará ahora que tiene una preocupación menos, te dirá: “Trabajar y echar pa’ lante a mis hijos”. Y también, “gracias”. Porque siempre, antes de hablar de su nueva residencia, recuerda agradecer.





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