Juan José Ortiz Aguilú dirige el Proyecto de Arqueología Experimental y Teledetección en la provincia de Manabí, en Ecuador.
Juan José Ortiz Aguilú dirige el Proyecto de Arqueología Experimental y Teledetección en la provincia de Manabí, en Ecuador. (Suministrada)

Partió de Puerto Rico en el 2010, con la idea de regresar en un año, para codirigir una maestría en Arqueología en Ecuador. Sin embargo, han pasado 13 años y, recientemente, el arqueólogo Juan José Ortiz Aguilú formó parte de una investigación científica que descubrió que comunidades indígenas de los Andes, en el país suramericano, se habrían adaptado a la tuberculosis hace tres milenios.

Se trata de un hallazgo significativo pues, según Ortiz Aguilú, se pensaba que la enfermedad neumológica había llegado a Ecuador con los europeos. Dejó saber, de inmediato, que la investigación fue liderada por los antropólogos John Lindo y Sophie Joseph, de Emory University, en Georgia. Explicó que, tras el equipo hacer extracciones de ADN a descendientes indígenas vivos de comunidades en los Andes, se halló evidencia de la afección.

“Para mí, fue muy impresionante ver cómo estos datos científicos, debidamente obtenidos y organizados, pueden, a la larga, tener unas consecuencias sociales demográficas importantes. Esto es lo que yo le llamo ciencia responsable”, dijo en entrevista con El Nuevo Día.

El también profesor en la Universidad Técnica de Manabí explicó que la existencia de la tuberculosis americana en las comunidades ecuatorianas indígenas, en ese entonces, pudo haber ayudado a la población a desarrollar inmunidad y resistir la tuberculosis europea, en comparación con otros grupos en el continente y países en el Caribe, como Puerto Rico y Haití.

“Este estudio hace unas preguntas que se quieren contestar, pero que tienen una razón: es importante saber algo de cómo se desarrollan inmunidades, por qué existen inmunidades en unas partes del mundo y por qué no existen en otras”, agregó el único boricua del grupo.

Mencionó, de paso, que la investigación tiene su impacto en la isla, “porque lo que le pasó a la población en el pasado es exactamente la base de lo que le está pasando hoy en día”. Añadió que, en el proyecto de arqueogenética del cual surgieron los descubrimientos, se realizan la siguiente pregunta: ¿Cuál es la secuencia del récord de enfermedades de tal población?

Ortiz Aguilú comentó que, para saber cómo mejorar la calidad de vida de una población, se debe tener la historia de las enfermedades y las epidemias que han surgido.

“Entonces, esas son áreas de nuestra historia de Puerto Rico y el Caribe que han sido mayormente ignoradas. Yo estoy hablando de la historia de las enfermedades, la evidencia que hay dentro de los cuerpos, de los restos humanos que hay enterrados en todos los cementerios, tanto de la época actual del siglo 20 y siglo 19 como de los siglos de los españoles y de los siglos indígenas”, precisó.

Utilizando como ejemplo el COVID-19, el exprofesor de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras y Mayagüez manifestó que el estudio ayuda, también, a tener el “conocimiento que, de varias maneras, nos ayuda a mejorar nuestra calidad de vida”, así como poder “aportar de una manera muy concreta a entender mejor y tener una mejor conciencia del estado actual de una población”.

Entre las contribuciones de Ortiz Aguilú a la isla, están las investigaciones arqueológicas que lo llevaron a descubrir el yacimiento Las Flores, en Coamo, donde se halló la construcción más antigua de un batey. Al respecto, mencionó que se documentó como una de las construcciones más tempranas en todo el Caribe isleño, al estimarse entre 650 a 750 años después de Cristo.

“Es muy importante, porque demuestra que hay una nueva manera de organizar las aldeas”, al igual que “se demuestra que es una aldea planificada”, dijo.

Posteriormente, en la década de 1970, integró la exploración de la cueva Espinal, en Mona, donde se descubrieron pinturas indígenas, por lo que se concluyó que la isla actuaba como un “puerto de intermedio” entre Puerto Rico y República Dominicana.

Ortiz Aguilú también realizó la primera exploración arqueológica en Culebra, en 1975, y participó en la exploración de la zona de bombardeo de la Marina de Guerra de EE.UU. en Vieques, en 1978 y 1979. “El inventario de yacimientos arqueológicos que se conoce de esa zona se comenzó con este trabajo”, destacó el también exdirector de Monumentos Históricos del Instituto de Cultura Puertorriqueña.

Actualmente, diseña la carrera en Arqueología en la Universidad Técnica de Manabí y dirige el Proyecto de Arqueología Experimental y Teledetección en la provincia de Manabí, en Ecuador.

También, colabora con otros científicos en el análisis de resultados del proyecto del barrio Palo Hincado, en Barranquitas, donde excavó, entre 2001 y 2003, un batey de más de 300 pies de largo.

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