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Problemático Nicolas Anelka
Los insultos del sábado son los últimos de una cadena de indisciplinas que pudieran acabar con su carrera
Nota de archivo
Esta historia fue publicada hace más de 15 años.
20 de junio de 2010 - 12:35 PM
Pretoria, Sudáfrica - Nicolas Anelka ha protagonizado el primer escándalo del Mundial de Sudáfrica, un duro enfrentamiento con su seleccionador, Raymond Domenech, al que mandó "a tomar por c..., sucio hijo de p..." y que supone el último acto de indisciplina de un jugador marcado por la rebeldía. Su expulsión de la competición por estos insultos al técnico son un nuevo capítulo de las tormentosas relaciones que Anelka ha mantenido con los diferentes entrenadores a cuyo cargo ha estado. El duelo con Domenech es, ante todo, un acto desagradecido con el técnico que le recuperó para la selección francesa y le permitió disputar un Mundial de fútbol, el primero de su carrera, a sus 31 años. Antes, el jugador se había perdido dos fases finales, las de 2002 y 2006 por su fama de indisciplinado, pese a que era uno de los delanteros más cotizados del momento. A Corea del Sur y Japón no fue porque, cuando el seleccionador de entonces, Roger Lemerre, confeccionó la lista, Anelka atravesaba un momento bajo de rendimiento, recién salido del Liverpool y en proceso de adaptación al Manchester City, un camino que se consideró de descenso para su carrera. Pocos meses después, con el siguiente seleccionador, Jacques Santini, protagonizó una sonora espantada cuando se negó a acudir a una convocatoria al considerar que no era bien tratado por el cuerpo técnico. El técnico le llamó para cubrir la plaza del lesionado Sidney Govou y Anelka dijo que él no estaba para "tapar agujeros". "Santini tendrá que arrodillarse ante mí si quiere que vuelva", afirmó entonces. Aquello le desenchufó definitivamente de los "bleus", a los que no volvió con regularidad hasta que Domenech lo recuperó para la causa en 2007. Antes, para el Mundial de 2006, el seleccionador no lo llamó en su primera lista y ni siquiera recurrió a el cuando Djibrill Cissé sufrió una grave lesión que le dejó fuera del grupo. Entonces Anelka consideró "una vergüenza" que el elegido fuera Govou y aseguró que estaba preparado para el Mundial alemán. Rehabilitado para la selección, Anelka se convirtió en un jugador importante del grupo y llegó a Sudáfrica como el delantero titular, por delante de Thierry Henry, máximo goleador de la historia de los "bleus". Pero su salida de tono puede acabar definitivamente con su carrera internacional, como otras espantadas pusieron fin a su estancia en diversos clubes. Formado en el París Saint-Germain, el jugador dio un portazo en 1997 al considerar que no disponía de suficiente tiempo de juego. Se marchó a Arsenal por las bravas, tras el pago de una burda indemnización de formación, un desagravio al club que le dio su primera oportunidad. Su salida supuso un escándalo en Francia donde las autoridades temieron que hubiera un "pillaje" de sus centros de formación, subvencionados por el Estado. En Londres, Anelka se hizo estrella de la mano de Arsene Wegner, pero enfadado por el trato que le reservaba la prensa inglesa anunció que quería dejar el país. Su destino fue el Real Madrid, que lo convirtió en el fichaje, hasta ese momento, más caro de la historia del fútbol 33.5 millones de euros ($41.5 millones). Anelka no soportó la presión que ese desembolso ponía en sus hombros y en la capital española fue una sombra de jugador. Su escaso rendimiento deportivo, la ruptura con el público del Bernabéu le aislaron del grupo y de la ciudad. En marzo de 2000 fue apartado del equipo por el club tras incorporarse tarde al grupo. Se defendió atacando y el blanco de sus dardos fue el entrenador Vicente del Bosque. El Madrid se deshizo de él al final de temporada y lo vendió al PSG por 30 millones de euros ($37.1 millones). Allí pensó resurgir en el club que le vio nacer, pero pronto se enfrentó con el entrenador Luis Fernández, a quien reprochó que el sistema de juego no le era favorable. "En Francia soy como un extranjero", dijo pocos días antes de que fuera cedido al Liverpool. Corría el año 2002 y el delantero esperaba ir al Mundial de Corea de Sur y Japón. Pero no sólo no fue convocado por Lemerre sino que el técnico de los "reeds" Gérard Houllier tampoco lo mantuvo en su equipo. Anelka comenzó una peregrinación de club en club, sin continuidad. Manchester City, Fenerbache y Bolton vieron pasar a un jugador que, lejos de la presión de una estrella, se sentía más cómodo y desplegaba todo su talento. Hasta que llegó el Chelsea donde pareció encontrar la calma. En Polokwane, volvió a perderla.
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