

20 de octubre de 2019 - 12:00 AM
El comienzo impone súbitamente el horror, como un grito de desesperación. Esta novela empieza con una escena desgarradora: en una mañana tranquila del verano de 1926, una joven madre, Magdalena Laparra, que ha viajado desde Cuba, donde vive, para veranear en Biarritz con su familia de San Sebastián, se interna en el mar con sus dos hijos e intenta ahogarlos y ahogarse. En el intento, muere el niño menor de dos años y se salva la niña mayor, de siete. La madre también se salva -la salvan- pero ha perdido la razón.
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