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Independientemente de la destreza considerable del director Andrew Dominick y de la interpretación trascendental de Ana de Armas como la rubia titular, no deja de resultar cruel el hecho de que “Blonde” coloque a Marilyn Monroe en un rol que Hollywood nunca quiso darle: la heroína compleja e imperfecta de un melodrama de proporciones épicas. La filmografía de Monroe confirma que su industria solo la aceptaba como objeto de deseo, en comedias, dramas, thrillers o musicales. Este filme, que adapta la novela homónima de Joyce Carol Oats, coloca a su protagonista en otro contexto que, irónicamente, resulta ser igual de unidimensional: Marilyn Monroe, la víctima.