Este sábado se llevó a cabo el velorio de Jesús Pérez Ruiz, dueño y fundador del emblemático restaurante La Casita Blanca.
Este sábado se llevó a cabo el velorio de Jesús Pérez Ruiz, dueño y fundador del emblemático restaurante La Casita Blanca. (David Villafane/Staff)

El luto arropa a Santurce. Este sábado se llevó a cabo el funeral del reconocido y querido restaurateur Jesús Pérez Ruiz, dueño de La Casita Blanca, un baluarte de la escena culinaria en Villa Palmeras. La funeraria Puerto Rico Memorial se convirtió en la sede de una gran reunión familiar y de amistades que compartieron historias y reflexionaron sobre su legado.

Más que un velorio, la tarde fue una celebración a la vida de Pérez Ruiz, colmada de música y buenos recuerdos.

Sus hijos, Leonardo y Jesús, conocido como “Jesuíto”, hablaron sobre el compromiso de su padre con la comunidad y su amor por Villa Palmeras. “Papi estaba muy orgulloso de haber nacido en Villa Palmeras porque había una magia y había ciertos olores y personajes que le dieron esa fuerza para él hacer y querer su fonda más aún”, expresó Jesús, el menor de los hermanos.

Leonardo también habló sobre la habilidad innata de su padre para contar historias. “Teníamos muchos personajes que cuando nosotros éramos pequeños él nos hacía esos cuentos del quinielero, de los vecinos y era como una película. Él contaba esa magia”.

Esa misma magia luego fue recogida en su primer libro, una compilación de columnas sobre cocina y anécdotas que publicaba en El Nuevo Día, al que tituló “Mi cocina, mi barrio”.

Los hermanos, además, recordaron cómo desde chicos su padre les mostró el valor del trabajo y la honradez. “Nosotros recogíamos las latas del restaurante y las guardábamos, entonces las llevábamos en bolsas al reciclaje. Y la filosofía de él era que nos decía que de este reciclaje de la basura lo vamos a convertir en conocimiento y en sabiduría. Con esos chavos íbamos los domingos a comprar libros”, recordó Jesús.

A Pérez Ruiz le sobreviven su esposa, Mildred de León, sus dos hijos, Jesús y Leonardo, y varios nietos.
A Pérez Ruiz le sobreviven su esposa, Mildred de León, sus dos hijos, Jesús y Leonardo, y varios nietos. (David Villafane/Staff)

Recuerdan también su compromiso con la niñez del barrio. Como ejemplo, citaron la ocasión en que su padre, quien le dejaba tareas cortas escritas a mano en un papel a los niños que llegaban a la fonda y los premiaba con un dólar, le preguntó a uno que por qué no pudo hacer su asignación. La respuesta del niño fue que la única persona que tenía una enciclopedia se había mudado y no pudo conseguir la información. “Jesuíto” contó cuál fue la respuesta de su padre en ese momento.

“Él cogió un dron de basura y lo mandó a limpiar. Lo puso en el centro de una mesa y le llamó ‘El zafacón del amor’. Y allí todo el mundo empezó a colocar donaciones, tanto así que se consiguieron enciclopedias y hasta computadoras”.

“Teníamos libros por todas partes”, añadió su hermano con una sonrisa.

Y así hace la biblioteca Aurora Ruiz, en honor a nuestra abuela, que era analfabeta. Eso es parte de las muchas cosas que hizo. Nos gustaría que la gente se lleve un buen recuerdo de una persona que ayudaba la comunidad”, concluyó Jesús.

Ambos también recordaron cómo su padre luchó hasta el final, aun enfrentando tratamientos fuertes, y se preocupaba por el estado del restaurante. “Hasta lo último, dos semanas atrás. Ese macho todavía estaba pidiendo ‘chequéense las patitas. Chequéate, por favor, que le estén echando bastante recao. Chequéate bien ese recao’”, sostuvo el menor de sus hijos.

“Él luchó mucho su cáncer. Y yo digo que era porque amaba demasiado la vida, pero también a su familia y él batalló lo más que pudo. Fue un hombre de no quitarse hasta el final para estar con nosotros”, agregó Leonardo. “Él quería que su muerte fuera con los tres en la casa y así mismo fue. Ese día, cuando amanece, nos dimos cuenta de que había cambiado su respiración. Yo fui a buscar a mi hermano en la cocina y comenzamos a darle besos y cariño, y decirle que lo amábamos. Se fue como quería. El legado está y perdurará por muchos años. Hemos tenido la dicha de tener unos padres brutales”.

La ceremonia de despedida estuvo a cargo de Leyra González Pérez, amiga cercana de la familia. La también editora de Entretenimiento y Estilos de Vida de El Nuevo Día relató cómo conoció a Pérez Ruiz y cómo los lazos de amistad se fortalecieron al punto de que celebró su boda en su casa y fue el padrino de su boda.

“Fue tan buena la fiesta que nos llamaron la policía dos veces”, recordó entre risas. “Así era Jesús. Resumir su vida no es tarea fácil. Sobre todo cuando sabemos que fue un hombre soñador, de muchos sombreros, un trabajador incansable, entregado a sus proyectos, a su familia, a su barrio y a su Casita Blanca”.

Durante la ceremonia, varios allegados compartieron sus historias con Jesús y se interpretaron varias piezas musicales que compuso en vida.

Sus hijos reconocieron el peso y la importancia del legado que les toca continuar, y se alzan al reto con gran valor y amor, en honor a lo que su padre querría. Así lo explicó Leonardo.

“Qué gran bendición, ser los dueños de casita blanca. De ese legado, un legado para todo Puerto Rico, un bastión gastronómico. Y a nosotros nos encanta. Nos corre por las venas. Es lo que hemos visto, toda la vida. Y el viejo todo el tiempo nos lo afirmaba y nos lo inculcaba. El compromiso con el barrio ni se diga. Se siente chévere, con arroz y habichuelas nos ganamos un James Beard, al son de calderos y arroz y habichuelas”.

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