

17 de marzo de 2020 - 7:38 PM
No fue que la novia dijo que no a último momento. Ni que entró en escena un personaje misterioso justo cuando el sacerdote decía: “Que hable ahora o calle para siempre”, en caso de que alguien tuviera razones de peso para evitar que se llevara a cabo el matrimonio, como en las películas. Tampoco fue que al novio le dio el frío olímpico y nunca llegó a la iglesia. Sencillamente, en cumplimiento con la orden ejecutiva emitida por la gobernadora de Puerto Rico, no hay bodas -del 16 al 30 de marzo- porque esos son eventos que congregan gente, pletórica de besos y abrazos, y en esta emergencia que vive el País -y el mundo- eso sería un acto potencialmente peligroso para la salud.
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