

18 de junio de 2025 - 11:39 PM
Los negocios del centro de Los Ángeles esperaban recuperar clientela este martes, después de que la alcaldesa Karen Bass levantara el toque de queda que había impuesto la semana pasada para evitar actos de vandalismo y saqueos durante las protestas nocturnas contra la ofensiva migratoria del presidente Donald Trump.
Las manifestaciones, concentradas en unas pocas cuadras del centro que albergan edificios del gobierno federal y local, surgieron como respuesta a la intensificación de las redadas migratorias ordenadas por Trump y el posterior despliegue de la Guardia Nacional y de infantes de marina en la ciudad.
El toque de queda, impuesto el 10 de junio, logró “una prevención y contención del crimen efectivas” y protegió a tiendas, restaurantes, negocios y residentes, señaló la alcaldesa demócrata. La medida abarcó una porción relativamente pequeña de la extensa ciudad.
La tarde del martes, los efectos de varios días de protestas eran visibles en las ventanas tapiadas de las calles de Little Tokyo, un distrito histórico de la comunidad nipoestadounidense, situado junto a un centro de detención federal aún fuertemente resguardado por tropas militares.
Una corriente constante de turistas pasaba por el barrio para fotografiar un mural gigante del astro del béisbol Shohei Ohtani vistiendo el uniforme de los Dodgers, pintado en la fachada de un hotel.
Don Tahara, propietario del bar Far Bar, dijo que los negocios de la zona han sido blanco de vandalismo y algunos saqueos.
El 8 de junio, miles de manifestantes tomaron las calles tras el despliegue de la Guardia, bloqueando una autopista principal mientras la policía empleaba gas lacrimógeno, balas de goma y granadas aturdidoras para dispersarlos. Fotografías captaron varios robotaxis de Waymo incendiados.
Al día siguiente, agentes utilizaron nuevamente proyectiles y granadas aturdidoras para empujar a los manifestantes a través de Little Tokyo, donde transeúntes y empleados de restaurantes se apresuraban a salir del camino. Algunos manifestantes lanzaron fuegos artificiales y botellas de agua contra los agentes, gritando “¡Vergüenza!”
Pero Tahara, un inmigrante nipoestadounidense de tercera generación, dijo que también comprendía por qué eran necesarias las protestas, al ver similitudes entre las actuales redadas migratorias y el internamiento de japoneses estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial.
“Los problemas que tuvo Little Tokyo hace 75 años fueron, básicamente, que el gobierno federal vino y encarceló a todos en campos de concentración”, dijo Tahara. “Fueron arrancados de sus hogares y negocios, de sus iglesias… estamos viendo una repetición de eso”.
Aunque el toque de queda fue levantado el martes, muchos asumieron que seguía vigente, y el Far Bar sufrió cancelaciones de reservas y eventos. Decidieron abrir más temprano para el almuerzo en los últimos días, pero los empleados perdieron horas de trabajo. A esto se suman los efectos persistentes de los incendios forestales de principios de año, el aumento de precios por aranceles y otros costos crecientes, lo que ha creado un entorno difícil para los negocios, dijo Tahara.
El lunes, Bass retrasó el inicio del toque de queda de las 8 p.m. a las 10 p.m. tras una disminución de los arrestos en la zona. La alcaldesa culpó a un grupo reducido de “malos actores que no se preocupan por la comunidad inmigrante”, en alusión a los miles de manifestantes que se manifestaron pacíficamente. Trump había ordenado el domingo a las autoridades migratorias federales priorizar deportaciones en ciudades gobernadas por demócratas, luego de un fin de semana de grandes protestas en todo el país contra su administración.
Cindy Reyes, jefa de meseros en el restaurante Rakkan Ramen, dijo que cerraron completamente el sábado durante las protestas y cerraron temprano el domingo. El toque de queda fue especialmente difícil para quienes trabajan en el turno nocturno, ya que el restaurante usualmente abre hasta la medianoche.
“El turno de la cena es el que más dinero genera, porque somos el último restaurante abierto y la gente termina viniendo aquí”, explicó.
El Historic Core del centro, una zona más alejada de las protestas y con muchos bares y discotecas, también sufrió robos y vandalismo. Muchos locales cerraron durante el toque de queda porque su actividad principal es nocturna.
Vincent Vong, propietario del club Rhythm Room, dijo que ha perdido decenas de miles de dólares al cerrar una semana entera, tanto por la pérdida de ingresos como por seguir pagando a su personal.
“Tengo que programar a la gente para que venga, porque de alguna manera necesito que cobren”, dijo.
Vong lamentó la falta de apoyo municipal y el escaso despliegue de recursos policiales en las zonas más vulnerables, señalando que su calle ha sido blanco recurrente de actos vandálicos durante grandes manifestaciones.
Aunque el toque de queda ya fue levantado, Vong advirtió que será difícil recuperar a la clientela en una zona con ventanas tapiadas y un ambiente “apocalíptico”.
“Tengo que redoblar esfuerzos para demostrar que el centro de Los Ángeles sigue siendo un lugar seguro para venir”, afirmó.
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